La maga y el mandarín

Latitud 30 de Marzo de 2014

La maga y el mandarín

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Foto: Cortesía Orquesta Filarmónica de Bogotá

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Roberto McCausland Dieppa

Con el ánimo y la inspiración de bien establecer en Barranquilla una orquesta de cámara profesional de nivel internacional, es decir una ‘Barranquilla Sinfónica’, emprendí la misión de personalmente redescubrir orquestas nacionales, conductores y directores, centros y compañías de baile y ballet; en general lugares en donde la ejecución artística ocurre en tiempo real como medio de expresión. Re-establecer la tradición sinfónica en La Arenosa es una misión personal, y con  amigos hemos estado tratando el tema y sus posibilidades para la ciudad y el Caribe en general. Un gran ensamble sinfónico traería beneficios profesionales, educacionales, sociales, culturales y desarrollo público. Con esta energía, vitalidad, propósito y guía, dediqué tiempo como espectador en Colombia.

Y qué deleite… escuché y presencié buenas ejecuciones sobre todo de piezas del repertorio tradicional sinfónico. Presencié un virtuoso y apasionado Don Juan (Ricard Strauss), un de Falla muy Caribe y mediterráneo, en la Mer y el preludio Aprez midi d’une faune (Claude Debussy), interpretaciones con toques de Milhaud, y de todos los programas, una sobresaliente interpretación y ejecución de un trabajo poco conocido y ejecutado.

Para mejor describir y entender este difícil pero espectacular trabajo de Bela Bartok, es imprescindible y de importancia entender el contexto social contemporáneo. Sin contexto social, la música deja de tener audiencia pertinente y pierde significado emotivo. Es decir, sin las ocurrencias del comienzo de la década de los 60 del pasado siglo, la historia de los Beatles y su música hubiese sido diferente. O sin la relación directa social entre la música, letra y cuentos de vida cotidiana, el vallenato sería otro.

Durante las primeras tres décadas del siglo XX, el ‘verismo’, ‘expresionismo’, en las artes como un fiel espejo de la ‘realidad’ de emociones sin antifaces, conciliación, distracción del propio efecto, o romanticismo afectivo, emprendió y capturó con furor los círculos artísticos e intelectuales. En  música, trabajos de Webern (ópera Wozzeck), Schonberg, Puccini, Kurt Weill; en las artes plásticas el famoso El grito, de Munch; las expresiones de Ludwig Kirchner, sinfonías gráficas de Kandinsky; en literatura, Kafka y Brecht, todos compartiendo el común: comunicación emocional reflejando sentimientos de situaciones reales de la vida cotidiana (el opuesto: príncipes y las princesas en cuentos de hadas de Walt Disney).

La meta de este grupo de perspicaces y complicados caracteres era crear una reacción emotiva real, instantánea y perseverante ante su público, capturándolos emotivamente,y no el reflejo de la técnica o estética artística, o el descifrado del aparente cuento de sus obras. En El grito, de Munch, al examinar el detalle, el color, las figuras egocéntricas de los desapercibidos distantes caminantes, el furioso ardiente cielo y el desolado aunque espectacular islote, lo que nos enlaza es la expresión de horror que transmite la andrógina figura centrada en la baja mitad, emitiendo sentimientos desgarrados, de sobre recargada energía emocional sin aparente refugio o canal de desahogo.

En nuestra literatura universal encontramos naturalmente esta expresión  en trabajos de Cepeda Samudio; el soldado profesando, presintiendo mortales actos por venir; y en los desolados y exhaustivos, exasperantes sentimientos de ‘saudade’ o soledad de los Buendía de Macondo. Todos los humanos tenemos una relación directa con estos sentimientos y emociones.

Luego en vida, utilizamos humor para esconder, disipar, distraernos de malos sentimientos, recuerdos o situaciones, creando sátiras y burlas de nuestros comportamientos no muy corteses, como es evidente en los textos y música de Brecht y Weill. De manera sutil, alegre y jocosa, estos autores inmortalizan a un criminal común cantando y riendo, luego, escondiendo el verdadero tema de la pieza –la exaltación de un delincuente– en Mack el cuchillo, pieza central del trabajo Ópera de los tres peniques. Estos genios del oculto disimulo, el doble significado nos hace ver nuestra propia realidad. Se podría decir que Norman Mejía estaría de acuerdo con Brecht y Weill; hablar y desarrollar temas que nos desagradan.

De todos los medios artísticos, la música es el que llega directamente a las emociones humanas, sin tener en cuenta la barrera natural que creamos. El misterio es el no saber cómo ni el porqué nos afecta. Ciertos sonidos y ritmos nos entristecen, otros nos asustan, unos  nos cambian de humor, otros nos hacen agresivos, varios nos hacen más sensitivos y sensuales.

Y sin preguntarnos el real efecto emocional, todos evaluamos a la música o sonidos puros como inocuos. En realidad muchos ritmos, tonos y sonidos tienen causantes y relaciones naturales interpretativas en nuestro sistema nervioso ya predispuestos, a menos de ser asociados con imagen o movimiento como es el cine o la televisión, poesía, emociones aprendidas, caracteres, cuentos o colores. Escuchen la música temática e incidental de un cine o programa de televisión sin imagen, guion o sonido de voces y la interpretación exacta se dificulta enormemente.

El ballet pantomima El mandarín milagroso, de Bela Bartok, basado en un libreto de Lengyel, tuvo una memorable interpretación. Tres mujeres y tres hombres durante sus vidas cotidianas, por motivos de aparente necesidad, se encuentran en situaciones precarias, instigadas por la lujuria y avaricia de dos de las damas y exasperada por la falta de control emocional de uno de los caballeros; un cuento que fácilmente se le pudiese atribuir a  Cepeda Samudio en su realismo. La música de este ballet y pantomima y luego suite para orquesta en términos sonoros, detalla carros con sus pitos ensordecedores con trompetas y trombones disonantes, escenas sangrientas con tubas forzadas, ballets seductivos por medio de clarinetes quasi saxos, hombres y mujeres en sus comportamientos menos públicos interpretados por violas en contrapunto alborotado, en fin, los actos y las emociones que comúnmente no asociamos con música se encuentran escritas.

Una de las pocas mujeres directoras musicales y conductoras en el circuito profesional, Ligia Amadio, ejecutó e interpretó como directora musical de la Filarmónica de Bogotá El mandarín milagroso, de Bartok, en forma de suite para orquesta. En sí un reto musical, el ballet pantomima se desarrolla sin la parte visual. Es decir, la música incidental de un programa ‘expresionista’ sin la parte principal, la temática que contiene el desarrollo del tema visual. De otra manera, es decir el cuadro de Munch sin la andrógina figura de El grito.

La orquesta y los enormes difíciles detalles interpretativos salieron a lucir reemplazando auditivamente los caracteres. Sin la ayuda de los bailarines, las pantomimas y la temática, la directora lució con su ejecución y sentido interpretativo, y el juez final, el público, tuvo una experiencia única y deslumbrante. ¡Superbo! poder compartir esta experiencia con el público barranquillero por medio de la prensa, con la meta de poder en buen tiempo ejecutar en vivo en nuestra ciudad con nuestro propio ensamble profesional uno y muchos trabajos musicales deslumbrantes como este, nuestra misión de desarrollo cultural, musical, educativa para la ciudad y la Región Caribe.

(www.sinfonialatina.com)

http://revistas.elheraldo.co/latitud/la-maga-y-el-mandarin-130533

 

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